viernes, 3 de abril de 2015

EL PERRO TONTO DE PAVLOV. CUENTO.

         
    En 1903, en el Congreso médico de Madrid, Pavlov presentó el resultado de sus investigaciones que evidenciaban, según él, el establecimiento de conexiones nerviosas en la corteza cerebral del perro. Lo que denominó “reflejo condicionado”.

    Pavlov cosechó un gran éxito y, a partir de entonces, se dedicó casi exclusivamente a una hermosa serie de trabajos experimentales acerca del reflejo condicionado, estudiando las condiciones de su formación y de su extinción; de su generalización y de su especificación, la interferencia de varios reflejos,  etc.

    Lo que Pavlov no expuso en el congreso de Madrid fue lo que en realidad más le preocupaba: el extraño comportamiento del perro con el que investigaba.

    Cuando el perro oía los pasos del cuidador que traía la comida, el perro, automáticamente, salibaba.  Era un “reflejo condicionado”. El problema se planteaba cuando babeaba sin necesidad de condicionamiento alguno. Sin importar la hora, si había comido o si no, si venía el cuidador o no, si le ataban o le dejaban suelto, … Independientemente de cualquiera de las variables, el perro producía una secreción gástrica. El perro babeaba.

    Como el resultado de sus experimentaciones regulares producía excelentes resultados, Pavlov llegó a la conclusión de que aquel perro era tonto. Tonto de baba, como algunos humanos. Lo dejó estar, olvidó el problema y siguió a lo suyo.

   
Por su parte, el perro de Pavlov hacía tiempo que había llegado a una conclusión bien distinta: bastaba con que él, el perro, babease un poco para que, automáticamente, le dieran comida. Estos humanos están locos, pensó. Y siguió babeando y recibiendo comida.

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