jueves, 9 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_13


      Estamos, compañeros, lectores, críticos y amigos, estamos repito, en un momento clave. Cada gesto, cada decisión, es, en estos momentos, vital. Con una importancia que supera el momento presente y marca definitiva e irreversiblemente el futuro. Debemos, antes de nada, serenar nuestro análisis, tomar conciencia de nuestra responsabilidad y después, sólo después, de haberlo sopesado concienzudamente, tomar la decisión que mejor convenga a nuestros intereses. Y es entonces cuando llega el momento de la firmeza. Defendiendo contra viento y marea, contra deseos, tentaciones y sugerencias, la pureza del destino trazado. La vía única de la decisión tomada. Así pues aprestémonos a la lucha, que no ha de ser toro manso el que nos toque lidiar. Dijo esto con énfasis notorio, el busto erguido, la voz clara y ligeramente enérgica, con lo cual, ciertamente acojonó al auditorio que no esperaba semejante andanada en tono tardofranquista. En la sala de edición sólo parpadearon los monitores. Los operadores se quedaron suspendidos en la oscuridad, las manos inertes sobre los muslos, lejos de los teclados. Nadie se sintió capaz de retomar la discusión. El prócer, perro curtido en mil y un cursos dalecarnegie, asumió satisfecho el liderazgo moral de la reunión. Poca cosa era ser líder moral de un grupito de chiquilicuatres aficionados que estaban tratando de montar su primera novela, es cierto, bien poca cosa, pero el héroe cotidiano, el héroe necesario en las juntas de comunidades de vecinos, el héroe activo que organiza el rescate de los heridos en el accidente, el héroe anónimo que devuelve los millones perdidos sin esperar recompensa, todos, todos los héroes de la mediocridad, están justificados por una causa mayor que la de su acción concreta. Les salva ser la grasa del sistema, los tres en uno de la maquinaria social. Sin ellos el mundo estaría perdido. Continuamente bloqueado por inútiles y larguísimas discusiones. Encallado en cada decisión. Sometido siempre a revisión por las minorías radicales y obtusas.


      Esa era su justificación, su orgullo, el premio conquistado por haber sabido hacerse con el control del desangelado grupo. Por otro lado, el propio desarrollo de los acontecimientos había provocado, o por lo menos favorecido, la viabilidad del golpe de mano. Desde el inicio del proyecto había estado esperando su momento. Desde la desafortunada aparición de don Pascual, él sabía que algo acabaría yendo mal. No se puede permitir, si nos referimos a un proyecto serio, claro está, no se puede permitir tamaño libertinaje. Y aquella caterva de ilusos no sólo había permitido, sino que además lo había fomentado. Capítulos como el segundo, no deberían haber tenido cabida. Y para colmo de males, la pérdida de veinte páginas, que había dejado al grupo más desorientado si cabe. Pero todo venía de donde venía. De la falta de un líder. Un hombre con una idea clara en la cabeza y los cojones en su sitio para cortar cualquier desviacionismo. Y la prueba estaba allí mismo, delante de sus narices. La mayoría de la gente, sobre todo si no han sido pasados por el dalecarnegie, se achanta a la hora de tomar decisiones. Y es entonces cuando los hombres como él son necesarios, más que necesarios, imprescindibles. Si él no hubiera estado allí para tomar las riendas con pulso firme y en el momento oportuno, nadie hubiera sido capaz de enfrentarse a la situación. Bien, dijo el prócer acompañando la expresión con una palmada en su muslo, aclaremos la situación. El sonido seco de la mano contra el muslo y el movimiento enérgico con el que se levantó, galvanizaron la oscura habitación, ya de por sí bastante cargada de efluvios electrónicos. Masas positivas y negativas chocaban en las convecciones del aire acondicionado. Las pantallas de los monitores disparaban continuas andanadas de electricidad estática. Fluorescian los tableros llenos de caracteres que parecían flotar en la oscuridad. Vayamos al nudo gordiano de la cuestión, prosiguió el prócer, ¿Qué carajos tienen que ver Villalba, C., y M.L., y don Pascual, con Operación Vídeo? ¿Alguien puede responder?

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