lunes, 27 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_26


      El motivo de esta carta es claro para usted, pues acompaña al típico mecanoscrito del típico novelista primerizo.
En ese sentido, pensé que con unas breves líneas más o menos formalistas, sería suficiente. Y así lo hice. Escribí esas pocas líneas con un estilo meramente informativo. Releyéndolas, me di cuenta de que no era eso exactamente lo que yo necesitaba decirle.


      Este es el quid de la cuestión ¿Qué necesito yo decirle?


      Permítame señor Sarduy a estas alturas de la misiva, hacer una disgresión. En realidad la primera idea es la que vale. Me explico: si lo que yo intento es conocer su opinión acerca de mi novela y sus posibilidades de publicación, con una corta y correcta carta bastaba. Es obvio que usted recibe habitualmente originales y sabe de sobra qué es lo que se espera que usted haga con ellos.
      Por otro lado, no tiene sentido que yo me explaye ahora hablando de “Operación Vídeo”, porque es la novela la que debe hablar por sí misma. El círculo se cierra. Volvemos al principio y la primera idea es la que vale. Sin embargo …
      Me niego rotundamente a que este primer contacto sea puro formalismo y sobreentendida petición. Polo, Leopoldo Alas, ha definido las ochenta páginas que le envío, como un delirio. Es cierto. Pero un delirio dirigido hasta donde es posible hacer algo así. No voy a negar que me interesa sobre todo la publicación de la novela. Que de la posibilidad o no de hacerlo depende, en gran parte, mi planteamiento del próximo futuro, y que mi ego espera ansioso un SI. Pero también sería absurdo tomar a la persona por su función y limitarme a utilizarla. ¿Escrúpulos ñoños? Posiblemente. En cualquier caso prefiero pecar por mis propios errores que pagar por los del formulario.
      Dicho esto y calmado mi prurito tengo todavía algunas otras razones para no enviarle una carta estricta: primera; me motiva y surribeya escribir a un escritor. No lo he hecho nunca y las ocasiones hay que aprovecharlas si admitimos -pour qua pâs- la posibilidad de que usted no conteste, o, más probable aún, que mi novela no sea de su gusto, o que incluso gustándole, no vea la oportunidad de su publicación, la ocasión es única. Razón de más para no desperdiciarla.
      Otra de mis razones extra, es una duda tormentosa: ¿Qué va a pensar usted de alguien que se dice escritor, amigo de un amigo, que solicita un favor y que por toda presentación se limita a escribir unas frases de circunstancia? Pues eso.
      Por último, mi amistad con Polo, si bien escasa en el tiempo, me obliga a tratar a sus amigos dignamente, evitándoles el trance de los “Adjunto le remito”, “Me permito distraer su atención”, “En espera de sus noticias”, “Con los atentos saludos” y otras lindezas por el estilo.
      Aclarado todo lo que había que aclarar, debo hacer constar que si por mí fuera o fuese, podría seguir escribiendo folios y más folios. Reconozco también que su tiempo es oro y que el asunto no merece desperdiciar ni mucho ni poco de ninguno de los dos.
      Por expreso deseo de Leopoldo le hago llegar sus saludos y buenos deseos y quedo de usted pendiente en la dirección que más abajo le indico. Literariamente suyo:
…………..
      Estas, y cien cartas más como estas, he llegado a escribir. Cartas sin destino porque, como yo sospechaba ciegamente, nunca llegaron a enviarse.

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