lunes, 1 de mayo de 2017

APÓCRIFO_03

Ponte peluca. Ponte la peluca ya! Y a vivir que son dos días. Tápame tápame tápame. Tápame que tengo frío. Del mar al monte y del monte al mar. Todos en el ajo, o todos debajo. Que esto es coser y cantar. Vamos subiendo la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta. Los amantes, jadeantes, reviven en otro cuerpo. ¿Un reparto es un re parto? Tómatelo con calma que el final se aproxima. Todo me sabe a ti. Sapore di sale, sapore di mare. Cuéntame un cuento abuelita, antes de irme a dormir. Yo tenía un chorro de voz y era el amo del falsete. Venid y vamos todos. Contamíname. Estos geosinclinales versos delicadamente dedicados a cuanto vate habita la descuajeringada casa de las letras con versos trompoegóicos que sinalan las más de las veces vacuidades de límpida y transversal transparencia. Rebujitos soñados e indefensos lanzados al borde del ocaso cuando no en el momento mítico de los rosados dedos. Alerces imbricados con saludosas ciencias de la intimidad precisa conexión exogenética que brinda destellos de luz negra sobre el orbe. La certidumbre cinestésica del cuerpo ya la dijo Perec y aprendida regurguita milagros y milongas. Son canciones de amor y soledad, de amor y olvido, de amor y cuernos. Pero también de amor y gracias a la vida que no me ha dado los ojos sexavisuales de la cigarra y me deja repertoriar a fondo el recorrido cronoquístico de mis pies cansados. Llorar en descampados, reir sin sortilegios grafológicos ni tambpoco esquizofrenias frenéticas y arrumacadas. Qué cerca estás oh vate de tu final errado. Y vuelta la burra al trigo.

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