Mostrando entradas con la etiqueta Operación Vídeo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Operación Vídeo. Mostrar todas las entradas

lunes, 6 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_11


      Laura no ha contestado. Yo la amo y Laura no ha contestado.
 

      He dicho la amo y no la quiero porque en realidad es así. Lo que yo siento por Laura está bastante lejos de ser un querer estúpido y urgente, sometido, como todas las pasiones, a un principio y un final. Y después del final sometido al tedio y la traición.

      Amo a Laura sin principio ni fin. Es como si el amor a Laura comenzase mucho antes de mi existencia, la atravesase toda sin sobresalto ni desvío y siguiese después de mí, su curso inmutable. Ni tan siquiera soy yo quien ama a Laura. Es el amor quien en mí ama.

      Por eso, a pesar del reproche inicial, no me preocupa que Laura no haya contestado. Ella también es inocente de este amor que me atraviesa y llega hasta ella sin quererlo, sin necesitarlo y sin siquiera hacer nada por merecerlo.


      MIERDA. Así, en grande y con mucha mayúscula. M I E R D A. Lo siento, lectorcete, colega, amigo, compañero del alma compañero. Lo siento por ti, por mí y por la humanidad entera. Ya no hay remedio, no tiene solución. Todo lo que, a partir de ahora, intente, no será sino un simple remedo. Un pálido reflejo, que diría el cursi, un vano intento, un esfuerzo inútil. LLORA. Llora conmigo, si es que puedes. Llora porque hemos perdido VEINTE páginas. Y ya nunca más podremos recuperarlas.

      Los ficheros, FILENAME, NUM., DOC., CORT., COPIA, INS., INTRO y toda la demás parafernalia del maldito PCW, se ha puesto en nuestra contra. Se han declarado enemigos invencibles y se han cobrado el terrible tributo de VEINTE páginas.

      Y sí que es para ponerse así. Así y mucho más que así. Veinte páginas no se escriben de la noche a la mañana, y aunque así fuera, nunca serían las mismas. El orden, la adjetivación, la trama, las descripciones, los personajes que por ellas discurrían, ya nunca más existirán.

      Podremos, como Stendal o Dostoyevsky, llegar a la máxima agudeza en el retrato psicológico, podremos encontrar descripciones ajustadas y precisas, podremos incluso recordar párrafos casi idénticos, y no será lo mismo. Pedro nunca será lo mismo que un retrato de Pedro. Como Pedro, esas veinte páginas son, mejor dicho, fueron, algo único e irrepetible. Terrible misterio de la creación. Único e irrepetible son calificaciones que sólo se pueden aplicar, en justicia, a contados fenómenos. Único e irrepetible sólo pueden aplicarse a los seres vivos y al arte. Todo lo demás puede reproducirse, clonizarse y matrizarse hasta el infinito, pero un hijo no. Y veinte páginas de un libro tampoco.

domingo, 5 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_10


      Recapitulemos. ¿Qué tenemos hasta ahora? Polvo y pajas. Pero con menos materiales que esos Dios creó al hombre. ¿Y quién dice que no salió todo de una conversación en el Café Gijón? Así fue. Y aunque los otros autores se nieguen a reconocerlo ese es todo el secreto que encierra Operación Vídeo: Alrededor de una mesa, cinco personas se intercambian experiencias vitales, sueños e ilusiones. Escritores en ciernes, empleados de segunda en oficinas ministeriales de segunda, vendedores a domicilio, de los que ya quedan pocos, una secretaria ineficiente y soñadora que nunca lee el Hola, por definición; un publicitario quemado por el oficio y un personaje atrabiliario del que los otros contertulios tampoco saben mucho más. Esa es toda la trama. Lo juro. Fíjate si la gente le ha dado vueltas a las famosas ochenta y tantas páginas. La de conclusiones que se han sacado. La de acusaciones que le han hecho a quien meramente se limitó a poner el oído y trató de recordar luego lo dicho y escribirlo.

      Yo no voy mucho por el Café Gijón, pero de cuando en cuando me gusta respirar ese aire de croissants y tontería que allí se respira. Así empezaba la novela. Este es el verdadero, el auténtico y primigenio comienzo. Yo estaba sentado en una de las mesas del fondo. Ya que voy a chafardear, lo mejor es estar situado al fondo. Con las espaldas cubiertas por la pared y toda la fauna delante. A mi derecha, una mesa quedó vacía y me llamó la atención el gesto agresivo y excesivamente rápido con el que una mujer, de edad más que media, se abalanzó sobre la mesa. No llegaría al metro sesenta, el pelo teñido con unos más que vivos reflejos cobrizos, la cara breve y anodina, menuda de boca y de cuerpo. Con movimientos atildados se sentó, alisó la falda hasta más abajo de las rodillas, se miró los zapatos negros, de tacón bajo, y levantó la vista buscando al camarero con la expresión completamente serena. Aquella transformación, aquel cambio de actitud me llamó la atención. Uno es curioso por naturaleza y, a fin de cuentas, a lo que uno va al Café Gijón, es a eso. A ver la etología de los escritores. No lo pensé, pero enseguida supe que si aquella mujercita de extrañas reacciones tuviese un nombre, ese nombre no podía ser otro que ¡Exquisita de Excayola! A partir de aquí lo demás es fácil de suponer. De hecho, en principio pensé que la novela sería contar cómo me las ingenié, jueves tras jueves, para estar en el Café Gijón antes de que llegaran mis personajes. A quien y por cuanto tuve que sobornar para poder sentarme siempre en alguna de las mesas que rodean la suya. Contar lo de aquella vez que estuve a punto de echarlo todo a perder porque se me ocurrió que lo mejor era grabar sus conversaciones y luego reproducirlas. Estaba yo tan emocionado con mi invento que no me di ni cuenta de que “ellos” se habían percatado de la presencia del magnetofón y habían decidido hablar en voz baja. Por suerte, el ruido de las conversaciones y el tráfico que entraba por las abiertas ventanas del café, hizo que ni siquiera ellos se entendieran, por lo que debieron volver a usar el tono natural. Otras veces, y por aquello del disimulo, tuve que invitar a algunos amigos. El problema en estas ocasiones era que yo no podía estar al plato y a las tajadas. Ni escuchaba a mis contertulios ni escuchaba a los ocupantes de la mesa de al lado. Finalmente encontré que la mejor solución era sentarme en la mesa que queda delante de la suya, es decir, dándoles la espalda. Levanta menos sospechas. Además me permitía escribir a medida que ellos iban hablando. Luego, con retazos de lo que decían iba hilando la composición de su discurso, su peripecia vital, sus recuerdos y sus obsesiones. Y si la cosa quedó un poco deslabazada, como dicen los críticos, no se me culpe a mí. La vida es así. Los personajes son así y si no dan más de sí, reclamaciones al maestro armero.

sábado, 4 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_9


      Surgen entonces publicitarios, poetas, pintores, locos, amantes, amigas, novios, jefes, pintonas, busconcillas, brujas, … Todos vivitos y coleando a pesar de andar dispersos. O precisamente por eso.

      Volviendo a V.M.B. entrado ya en la cincuentena. Pelo y barba canosos. Gafas remilgadas. Pulcro, doliente y homosexual. Un curriculum de esos que acojonan. Criminólogo y expulsado de la docencia universitaria en cierta época en la que también expulsaron a Tierno Galván, q.e.p.d. Después le volaron el diario Madrid. Luego desapareció también el Informaciones. Y V.M.B., se dedicó a lo que de verdad le gusta: la música. No es raro que se dedique a la crítica musical quien, por lo menos una vez en la vida, cualquiera sabe por qué extraña circunstancia ha cantado en la Scala de Milán. Son famosos sus caniches de puro algodón hechos a base del mejor pedigrí. Son famosos sus jóvenes y bellos pianistas protegidos. Son famosos sus dictámenes previos a la consecución de beca para jóvenes y hermosos talentos. Es famosa su casa-azotea en la calle de Alcalá. Es famoso su egoísmo y es famosa su soledad.
      V.M.B., me somete a un interrogatorio sobre mi relación con las mujeres, Apenas quiere hablar sobre la novela y debo ir sacando con ganchos alguna información útil. Pero V.M.B., es inteligente. Mucho. Y el principal defecto que le achaca a Operación Vídeo es la falta de tensión. No existe ese elemento narrativo que incardina toda la estructura y la tensiona. Es como una obra de Le Corbusier pero sin los tirantes exteriores que soportan el edificio y le dan una gracia alada al mismo tiempo. Y es evidente que como la novela es mala, a V.M.B., le interesa más el autor que su obra. Posiblemente el crítico sospecha que tras la excusa del puñado de folios se esconde una necesidad más profunda. Calor humano, amistad, amor.
      Hablamos entonces de temas familiares, amigos comunes, abuelas nonagenarias que montan a caballo y nadan a diario en su piscina de Vevey (Suiza). Sale también a relucir el señor Nieva y la homosexualidad que Exquisita le atribuye. V.M.B., piensa que tal vez el señor Nieva se moleste por ello. Interpongo algunas disquisiciones escolásticas que sé inútiles y prometo evaluar el tema. Antes de despedirnos, V.M.B., me recuerda que está solo. Muy solo. Que está enfermo. De psiquiatra de pago. Que se va haciendo mayor y que finalmente alguien tendrá que quedarse con todas sus cosas.
      Tómate un respiro si el aire que hay a tu alrededor merece la pena, que lo dudo. Fúmate un puro, tómate dos copas, una por ti y otra por mí, en fin, haz algo útil. Cierra el libro y sigue mañana.
      Si no me has hecho caso, peor para ti. De aquí no vas a sacar nada en claro, pero ya veo que perteneces a esa ralea de lectores impenitentes que llegan a valorar más la ficción que la vida.
      Llevamos ya no sé cuantas páginas -todas las que tiene y tendrá esta novela- tratando de dejar claro que una novela no es sino un vago y ligero esbozo de la vida. Que ficción y realidad son dos caras de una misma moneda y por tanto inseparables. Es decir, que sólo hay vida y que lo demás son novelas. Y vosotros ni caso.

viernes, 3 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_8


      , me acuerdo, es la rápida respuesta de J. A. Pero lo dices como de pasada. Y menos mal que no pontificas. Esa es una cosa buena que tiene tu novela, que no pontificas.

       
     Mario Alfares se calla, y el Aba, viendo que el otro le escucha con atención, continúa: lo que no me gusta nada son los paréntesis. Hay una inflacción de paréntesis y de citas una detrás de otra. Parece como si quisieras decir mira todo lo que sé, o lo que he leído.

Es cierto, eso ya me lo ha comentado otra gente. Creo que tendré que revisarlo. Sobre todo el principio, que se hace un poco cargante, dice Mario mientras anota mentalmente el tema de los paréntesis y el tema del sexo, que es algo que nadie más ha comentado. Ya veremos, piensa, ya veremos.

       
     Hace rato que Pedro Reyes ha terminado su show. Hace rato que han encendido las luces y vuelto a poner la música a tope. Hace rato que, en el sótano, Luís Pastor y Roque Narvaja acabaron, por fin, su partida. Mario Alfares saluda a María, la chica del quiosco de prensa que hay a la entrada del local. Le pide la copia de Operación Vídeo que el Aba ha dejado allí para él y sale a la noche de San Vicente Ferrer. La noche de Malasaña. A esas horas, las tres de la madrugada, quedan ya pocos locales abiertos. El Nairobi, La Vía Láctea, El Agapo y El Cutre. El Manuela está cerrando, en el Kinbg Creole ya no admiten. La mansa llovizna empapa el empedrado y hace brillar los restos de basura desperdigados por el suelo. Un coche de policía avanza lentamente haciendo su ronda. Un borracho sale de un bar ya cerrado y vuelve a entrar. Como en sordina se oye la voz del camarero recriminando al borracho. Mário Alfares, con la copia protegida contra el cuerpo, camina pensativo por el centro de la calle. Ya sabes, la inseguridad ciudadana. No es que vaya a pasar nada. Pero por si acaso.

      A V.M.B. también le ha causado cierta extrañeza el capítulo de Exquisita. Y ésto empieza a ser estadísticamente significativo. No, si ya lo dicen los clásicos: los personajes aparecen y luego crecen y finalmente te devoran. Pues nada, devórame otra vez, Exquisita querida.

      Ha sido necesario explicar a V.M.B. que, en realidad, con ella nació el libro. Porque con ella había nacido antes todo lo demás. La verdad es que éso está dicho ya, pero hubo que recalcarlo. Exquisita, Iluso y el libro forman un triángulo vulgar y mágico que se autogenera simultáneamente. Los personajes, y la historia que los contiene, son, en tanto que lo son juntos.

      Por éso durante el proceso de materialización del libro, a medida que éste va consiguiendo su propia forma final, se producen también fenómenos en los otros vértices del triángulo. Exquisita se abre como una flor. Se multiplica ad infinitum. Nace en todos los lugares del planeta, se ahoga en los pantanos cuando aún es púber y virgen, enviuda, joven, de un pintor, es au-pair en Londres, ex-punqui y falsa ingenua, consigue todos los perfiles y sigue siendo inexplicable. Iluso, por su parte, se descubre. Mira hacia adentro. Implosiona y se fragmenta en trozos. Los trozos crecen y buscan su propia forma. Como en una reproducción de amebas, cada pedazo se convierte en un ente nuevo y, en ocasiones, completamente imprevisible.

jueves, 2 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_7


      J. A., el Aba, es escritor. Guionista de programas para TV y radio. Y anda metido en algunas cosas de vídeo. Entre los treinta y cinco y los cuarenta. Soltero. Moreno. Sobre el metro setenta. Delgaducho y algo desdibujado, con un pecho que se abomba a la altura del plexo solar como quilla de barca. J. A., el Aba, es noctámbulo empedernido, buen bebedor de güisqui y derrochador de ingenio en píldoras maliciosas que aplica a cualquiera de los muchos conocidos y conocidas que se le acercan.

      Sobre el pequeño escenario del fondo, cuando por fin han quitado la música y apagado las luces, Pedro Reyes presenta sus personajes: obreros de la música, peones del espectáculo, reporteros deportivos como Pepe Difícil, que trasmite sus crónicas subido en el mismísimo balón con el que se juega y cosas por el estilo.
      En el sótano, debajo del escenario y junto al camerino, Luís Pastor y Roque Narvaja juegan una partida de billar eliminatoria, para el campeonato que ha organizado Carlos Tena. El silencio es obligado, como lo son el chaleco y la pajarita para los jugadores. Los jugadores no son muy expertos que digamos y como las carambolas tardan en subir al marcador, Narvaja comenta divertido: que canten ellos. Que se suban ellos a un escenario a ver que tal lo hacen. A pesar del silencio obligatorio, el corro de mirones ríe abiertamente.
      J. A., el Aba, se retuerce una comisura del bigote mientras comenta: Pues si señor, me ha jodido tu Operación Vídeo. Porque escribes muy bien, ¿sabes? Sin coba, está muy bien escrito y te engancha. Pero llegas al final con una sensación extraña que te deja jodido.
      Mario Alfares levanta las cejas mientras se lleva el vaso a la boca y bebe un trago. Luego, arqueando el cuerpo hacia adelante pregunta: ¿Pero por qué? ¿Por algún personaje? ¿Por como está escrito? ¿Por qué te jode? Hasta ahora nadie me había dicho nada de éso.
      Pues mira, no lo sé exactamente, pero te quedas diciendo mira, aquí me la han metido y no sé por donde. No recuerdo en que capítulo es en el que hablas de Antonio no sé cuantos, premio de literatura, y la hija del de la bañera, y dices, bueno, ahora se va a liar con ella. Y no pasa nada. Te quedas jodido. Por cierto que en otro capítulo piensas, bueno, ahora va a hablar de sexo. Pues tampoco. Y cosas así.
      Ciertamente desconcertado por la parrafada, Mario Alfares vuelve a tragar un sorbo de güisqui con agua porque ya es el tercero de la noche y hay que conservarse. Mientras bebe, recuerda de pronto que lleva años acudiendo al Elígeme, pagando puntualmente todas sus consumiciones e invitaciones y que nunca ha sido tratado como cliente habitual. Algo parecido le ocurre con el Aba. Después de varios años, todo lo que les une son algunas risas de clorhidrato, algún comentario sobre los culos redondos y minifalderos que pasan por delante, la típica pregunta para salir del paso sobre conocidos comunes y pare usted de contar. A pesar de eso, el Aba es, de los que han leído hasta ahora la novela, el que más se ha acercado al secreto. Aunque en lo del sexo anda desencaminado.
     Pero espera, dice Mario Alfares después de beber y pensar, hay un capítulo en el que habla de todas la experiencias sexuales, y se dice que cada una es la primera.

miércoles, 1 de marzo de 2017

POSTPRODUCCIÓN_6


      Aquí te quiero ver, escopeta. Mira por donde no hay mal que por bien no venga y haciendo de tripas corazón podemos convertir este capítulo en un test de personalidad. Dependiendo de la opción que elijas podrás ser un alocado inconsciente, sincero y humilde al tiempo que muy realista, despótico de reacciones incontroladas, flojo de remos y falto de fe en ti mismo o un cínico y descarado triunfador. Entre los lirios y las rosas, su majestad escoja.


      Por mis partes he decidido tirar por la calle de en medio. Adelante con los faroles. Bien mirado, ni la trama ni el estilo tienen nada que ver. Lo que allí es imaginación y ácida crítica de costumbres, aquí es fiel trasunto de la realidad más cotidiana. Lo que allí es fárrago de construcción alambicada, aquí es frase corta. Punto y tentetieso. Por lo demás, las buenas ideas son buenas, venga de donde vengan. Y por otro lado yo no voy a hacer nacer a mi protagonista en el capítulo dieciséis ni voy a reflejar sus noches con una página en negro.

      Gloria a Miguel de Cervantes, a Thomas Sterne, al citado Villaroel, a James Joyce y a Camilo José de Cela y Trulock si hace falta. Gloria y loor al lenguaje que a ellos les permitió comer, aunque fuera poco y mal, y a mi soñar sin tasa ni límite.

      Queda todavía por saber la verdadera opinión de A.H. Quedan todavía por recibir sus correcciones y acentos. Queda mucho trabajo por hacer. En bien de ese trabajo, querido lector, si al hilo de tu novela, alguien te recomienda un buen libro que se le parece, léelo, disfrútalo si merece la pena y luego sigue a lo tuyo.

      El Aba se lo quitó de encima porque no sabía por donde salir. Es más, ni siquiera se esperaba ésto. En realidad fue muy sincero cuando dijo que la cosa le había cabreado bastante. Y con razón porque su intuición fue acertada. Estoy convencido de que si le hubiera prestado un poquito más de atención, algo más de tiempo y de ganas, lo hubiera descubierto todo. Pero es lo que pasa, la gente le da una importancia tremenda a las apariencias. Y claro, un manojo de folios cosidos con un gusano de plástico, entregados así como con vergüenza -por lo menos timidez- por un tipo al que conoces, pero no mucho, con el que simpatizas, pero no mucho y al que ves de cuando en cuando, no es para impresionar. Por eso le dedicas un par de vistazos atentos, haces algunas calas aquí y allá, lees entero un capítulo que te engancha y sales con una idea global pero confusa, acertada en el sentido pero errónea en lo concreto.

      Sentados en el diván corrido que hay a la entrada del Elígeme, a la izquierda, tras la cortina, pegado a la pared, con un güisqui en la mano, J. A., alias Aba y Mario Alfares, discurren como Dios les da a entender sobre algunos asuntos de su interés. Al Aba le molesta el volumen de la música y, por señas, sin levantarse pero con expresión autoritaria, le dice al pincha que está detrás de la barra que lo baje. Hecho.

No hay como ser de la casa para que te hagan caso, le dice Mario acercándose para hacerse entender por encima de las conversaciones y la música.

Aquí tienen la puta manía de poner la música alta. Mira que me jode. Pero por más que se lo digas no hay forma. Pasan. Y así les va, remata despectivo J. A.

martes, 28 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN_5


      Okey dijo A.H., y colgó. Al día siguiente, tal como estaba previsto, nos vimos al mediodía en los billares de costumbre.
Me ganó la partida, tal como estaba previsto y me dejó un libro de edición barata, bastante voluminoso para lo que ahora se lleva: Tristram Shandy.
     Desde ese día, lector innoble a quien ya veo gozando con mis desventuras, naufrago en el más proceloso de los mares: el mar de las dudas. Donde todo son tormentas borrascosas. Donde cada ola/duda es mayor y más fuerte que la anterior. Un mar sin islas de certeza donde la tierra firme se presenta siempre en forma de inabordable acantilado.
      Imagina imprudente lectora, que lo hasta ahora leído es tu primera novela. El sábado que nunca se acaba está hecho de horas de sueño y horas robadas a la vida. Por esas horas has perdido contactos, ligues y hasta buenas amistades. Has ganado alguna fama de huraña y te has granjeado más de una antipatía, cuando no enemistad declarada. Imagina, lectora cómplice, que has puesto muchas de tus ya escasas ilusiones en ese mecanoscrito primigenio. Piensas que estás construyendo algo, si no radicalmente distinto, sí con el suficiente grado de frescura. Nuevo y completamente personal. Sigue imaginando y te acercarás muy mucho a la realidad, que, en tu inocencia, haces unas cuantas copias de las primeras ochenta páginas y las haces circular entre algunos de aquellos/as a quienes tú consideras amigos. Esperas de ellos críticas objetivas, consejos útiles y acertados, palabras de aliento y, por qué no, hasta alguna tibia frase de elogio. Convendrás conmigo que en estos tiempos que corren, es mucho esperar. De acuerdo. Pero convendrás también que no es lógico esperar una putada como la de A.H. Ten amigos para ésto. Para que, a la vejez viruelas, te den a leer el Tristram Shandy.
      Conste que si fuésemos tú y yo -querida lectora, querido lector- autores aguerridos y baqueteados por la crítica, los editores y la competencia, la cosa no tendría mayor importancia. Con un: lo leí hace tiempo. Es una obra clásica, pero menor. O simplemente: está bien, un poco pesado porque la construcción de las frases es muy antigua. Y, además, no tiene nada que ver con Operación Vídeo. Resumiendo, con un par de frases dichas con desparpajo, soltura y seguridad apabullante, la cosa quedaría zanjada y nunca más se volvería a hablar del tema. Pero no es el caso. Ni tú ni yo tenemos las cosas tan claras. Y hemos caído en el error de pensar que el famoso Tristram podría sernos útil. Item más, lo hemos leído. Y se nos ha caído el alma al suelo.
      ¿Qué podemos hacer?
      A).- Ignorarlo. Pasar olímpicamente como si Tristram Shandy no hubiese existido.
      B).- Asumirlo. Declarar abierta admiración por su autor. Confesar que todo lo que no es tradición es plagio y dedicarle el libro a Torres Villarroel que también escribió con desparpajo.
      C).- Matar a A.H., porque es el único que sabe que has leído ese maldito libro.
      D).- Abandonar. Tirar la toalla porque todo esta hecho y no hay nada nuevo bajo el sol.
      E).- Plagiar lo que mejor parezca y confiar en que nadie se va a dar cuenta porque es sabido que en este país no leen ni los editores.

lunes, 27 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN_4


¿Qué tal A? -pregunté by phone-
Hola artista -respondió él con su sarcasmo habitual que, por habitual, ya no me inmutó-
Bien contesté -sin pena ni gloria. Te llamé el otro día y me dijeron que estabas al médico. ¿No será nada grave, verdad?
No. lo de siempre. Me ha vuelto a subir el nivel de ácido úrico y me da unos palos en las articulaciones que me dejan baldao.
Osea que Ley Seca y verduritas -dije con cierto retintín involuntario-
Que va, que va, para nada. Eso era el año pasado. Por eso no he vuelto a ese médico. He encontrado a uno que no me quita ni el cordero ni el marisco, y con los bebestibles, ya sabes, siempre que sea un poquito … Es decir, en lugar de dieciocho copazos en el Natu, ahora me tomo sólo una copa en cada uno de los treinta bares del barrio. ¿Y tú qué te cuentas autor?
Esta vez sí me jodió, porque era precisamente para ese tema para lo que yo le llamaba, pero ya que era él quien lo había sacado, contraataqué rápidamente:
Como estás tomando medicinas tienes completamente contraindicada la lectura, ¿A que sí?
Qué cabrón, ¿cómo lo sabes? No. Ahora hablando en serio, he pasado una semana muy jodida y no he podido más que echarle un vistazo a tu novela. No he pasado del segundo capítulo. Pero te prometo que esta semana le meto mano. Hasta ahora, lo que he leído me gusta. ¿Es una especie de autobiografía, no?
Ante tamaña muestra de arrepentimiento y propósito de la enmienda no tengo más remedio que condescender:
Bueno, ya sabes, me corre prisa, pero tampoco es para que tengas que hacer horas extras. Cuando tengas un ratito libre, aprovecha. Si sólo son ochenta páginas. Se leen de un tirón.
Además es que necesito opiniones para poder seguir, ¿sabes?
En realidad lo que quiero es descubrir errores. Lo que ahora se llaman “cosas manifiestamente mejorables”. Puntos oscuros, adjetivos mal puestos, construcciones difíciles y éso.
Por cierto -me interrumpe A., que finalmente ha encontrado un argumento para rehabilitarse- hay muchas faltas de ortografía.
¿Siiii? -digo verdaderamente sorprendido- ¿dónde?
Bueno, acentos y éso. He visto muchos sin poner. ¿Te los pongo?
Claro, claro. Lo que pasa es que es una primera copia y no la he pasado por el ordenador. Me lo copió a máquina una chica que conozco, y no pone mucho interés en los acentos, pero como no quiso cobrar nada, tampoco puedes exigirle. Por supuesto, falta o acento que veas, me lo corriges -le digo francamente encantado de que haya asumido tan a fondo su papel de lector-
Hasta aquí, digamos que la batalla se decantaba claramente a mi favor. Contaba con un lector tan comprometido que, incluso, iba a corregirme la ortografía de los acentos. Lo que no podía imaginarme, por nada del mundo, era lo que se me venía encima con su siguiente frase:
Por cierto, ¿Has leído Tristam Shandy?
No -contesté francamente- ¿de quién es?
De un inglés que ahora no me acuerdo como se llama. Es que me lo recuerda mucho. Por eso de hablar con el lector y llamarle cosas. Te lo voy a traer para que lo leas y ya verás.
Ya he dicho que no era capaz de imaginarme lo que se me venía encima. Por eso, ingenuo de mi, dije: Estupendo. Quedamos para mañana, jugamos un poquito al billar, te dejo que me ganes y me traes al Tristón ese. ¿O.K.?

domingo, 26 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN_3


     Érase que estaba yo dándole vueltas al tema de la dichosa novela y repasaba medio distraído las páginas del Dominical del Ps. En medio de un artículo, y sin que viniera muy a cuento, aparece Tristam Shandy. Un personaje medio olvidado al que es realmente difícil encontrar en ese contexto. Allí estaba. Precisamente ahora que estoy leyendo el libro e incorporando la temática en la novela.

     Reconozco que no pasé de pensar en la maldita casualidad. Unas páginas adelante o atrás, en cualquier caso cinco minutos después, un artículo de F. Fernan-Gómez me puso en el disparador: son las disgresiones, dudas y problemas que se le plantean a un escritor que está embarcado en una novela de la que lleva escritas OCHENTA páginas y quiere llegar a las TRESCIENTAS. Algo que no había escrito, pero como si lo seriese. Ahí ya me dí por vencido, pensé en los piolines cortazarianos, en la maga, en ti y en la extraña lotería babilónica que es la vida.


     Este mi pequeño rato libre no da para más. Pruebo con otra despedida: Un beso donde más te guste. Con perdón y con amor.
      Ten amigos para ésto. Después de no sé cuantos días tratando de coordinar una cita, ahora resulta que A.H. todavía no ha pasado del segundo capítulo. Nos está bien empleado, por fiarnos de él. Si ya sabía yo que era un informal. Y poco dado a esto de leer. Y menos si tienes en cuenta que lo que hay que leer es una novela no publicada, no acabada de escribir y cuyo autor es un amigo. Lo comprendo. No se puede forzar la naturaleza humana hasta ese punto. Ochenta páginas son muchas páginas para un hombre que tiene altos los niveles de ácido úrico y sufre por ello en las articulaciones. Ni aunque este hombre sea joven, menos de la treintena, ni aunque sea un hombre de excelente humor habitual.


      Como quiera que yo quiero a A.H., no quisiera que cualquier lector impulsivo y desengañado de los valores humanos sacase conclusiones demasiado rápidas de A.H. Y como quiera que A.H. ha pasado a formar parte de la trama de este libro, me veo en la obligación, el placer y el compromiso de presentarle.

     Seeñoras y Seeñores, tengo el gusto de presentarles a un gran profesional, un estupendo bebedor, un juerguista nato, un ingenioso verbal, caricaturista cítrico, peleón por naturaleza, pasota desenfadado, jugador de billar del tres al cuarto, ligón, músico casero, de estatura y pelaje inferiores a la media nacional, de tamaño craneal superior (a la media nacional) y de un encanto personal también superior a la susodicha media.
     En resumen, un hombre sin más complicaciones que las que resultan de vivir: mi buen amigo A.H. 
    

    Lo peor de todo, con ser malo, con ser suficiente para retirarle el saludo a cualquiera, no es que A.H. haya llegado tarde. Ni tampoco lo es que no haya pasado del segundo capítulo, con ser gravísimo y una falta de consideración de tamaño mayúsculo. Lo peor no es nada de éso y ni siquiera yo pude percatarme de ello hasta que la cosa ya no tuvo remedio.

sábado, 25 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN_2


     Debo, en cualquier caso, presentarte a J.G.
  
    Para que puedas evaluar su crítica. J. G. Licenciada en Filosofía. En sus treinta. Profesora de instituto. Casada con S. J.G. es una forma de vida cortazariana y psicoanalítica, inteligente y agresiva.
     Era Madrid y estaba apunto de terminar la primavera del 89. Querida Juana:
     Aprovecho un par de ratos libres, de esos tan raros de pillar, y reanudo el contacto.
     Antes que nada, repetidas gracias por tu atenta lectura de Operación Vídeo. Por cierto, ¿qué te parece el título? Hasta ahora nadie me ha comentado nada, lo que, en principio es positivo. También tengo que reconocer que nadie le ha dedicado tanto interés como tú. A ver cuando me dejas leer tu novela.
     Cambiemos de tema. ¿Dónde serán las vacaciones de este año? ¿Repetís América? Por mi parte estoy preparando un viaje a los USA que quiero que sea atípico, fuera de las rutas habituales -ya sabes, California, Disneylandia- y mi intención es atravesar algunos estados intermedios de esos de los que poca gente habla y que creo que son los que mejor te dan la medida de un país. Por supuesto que también incluyo NY, San Francisco y Whasington, pero lo que de verdad me atrae son las ciudades mediocre como San Louis, Kansas City, Denver o Salt Lake City.
     Lo malo del viaje es que no he conseguido encontrar compañeros y como no voy a poder hacerlo como yo quería, es decir, en coche. Tendré que hacerlo en autobús. ¡Son más de seis mil kilómetros! En fin, que no me pase nada. La verdad es que he pensado que este es probablemente el último año que puedo permitirme hacer un viaje de este tipo y quiero aprovecharlo. Ya te contaré a la vuelta.
     Volviendo al tema de mi novela -¡Ay de la recurrencia!- hoy probablemente me presenten a Leopoldo Alas unos amigos comunes a quienes les pasé el borrador y que, a su vez, se lo han pasado a él. Claro que independientemente de su opinión, ahora empieza lo más duro. Quiero llegar a las trescientas páginas y no sé cuanto tiempo me va a llevar el tema. Ya te iré dando noticias.
    Por mi propia y corta experiencia sé que estos días estás abarrotada de exámenes, notas y líos-fin-de-curso. Que te sea leve. Yo espero acabar hoy. ¡Porque estoy hasta el moñoooo!
    ¡Si al menos lo pagasen bien!
     Del resto de mi vida, pocas cosas que merezcan la pena contarse. Rutinas y problemas familiares -enfermedades, estancias, operaciones y visitas; padres, hermanos, tíos, sobrinos y demás parientes- que hacen todo lo posible por dificultarnos la vida. Como si la vida en sí misma no fuera ya lo suficientemente difícil.
     Quiero contarte ahora una anécdota -me da miedo reconocer que es otra cosa- que me pasó hace pocos días.

viernes, 24 de febrero de 2017

POSTPRODUCCIÓN





POSTPRODUCCIÓN


     Otra vez vuelta a empezar. Una postproducción no es ni más ni menos que eso, volver a empezar. Beguin de beguin y vuelta la burra al trigo que decía mi abuela. También Eisenstein decía lo mismo sólo que de otra forma: el cine es el montaje. Y buena verdad es. Replanteemos el problema: con unos materiales dados, construir una novela. O dos o tres, o las que se puedan. Es eso de la sinergia. Dos y dos no serían cuatro, sinco cinco o seis o más en función de la sinergia que se le eche al asunto.
     Al autor le ha servido. Por eso sugiere al lector que en una acto de fe ciega, cante, en voz baja, eso sí, “¿Dónde está la clave, matarile, rile, rile?” Al final siempre aparece.
     El niño era ya un chaval. Y allí en el campo hay que arrimar el hombro. Padre Padrone. Cuanto antes mejor. El chaval ya sabe manejarse con la motoguci. La lleva y la trae por el patio, aunque los serones que cuelgan a los lados están vacíos. El día de llevar las olivas a la almazara ha llegado. El padre debe atender otros asuntos importantes. Que vaya el chaval. Y si tiene algún problema que llame a la necesidad. 
    A cien metros de cumbrar, tras lenta agonía, la motoguci calla.     
     Por el repecho abajo, filtrándose en el aire de encinas y alcornoques, hasta los vacíos tenados, rodando por los sotillos de los apriscos, la voz doliente, asustada y urgente del chaval llama: ¡Necesidad!, ¡Necesidad!     
     De vuelta a casa, secos los mocos y las lágrimas con la alegre brisilla de la motoguci, viene orgulloso el relato: Y como no vino nadie, arrastré las seras hasta lo más alto y subí como pude la motoguci, la apoyé en el ribazo y la cargué otra vez. Luego me monté cuesta abajo y arrancó.   
     Vaya si vino, chaval. Vaya si vino. Siempre viene.     
     Postproducción.
     Secciones de revelado, etalonaje, copiado, cortado, montado, sonorizado, rectificado, editado y finalmente querido lector que aún sigues después del FIN, finalmente emitido este producto que tienes en tus manos, encima de la mesa o debajo del sobaco cuando lo apagas.
     Comencemos por el principio. Tiene razón J.G. cuando dice que el capítulo más importante del libro es el último. Y estoy seguro que no lo dice por ser mujer. De hecho, la primera idea sobre el libro, las primeras líneas escritas y el primer título del libro, todo al mismo tiempo, fue ella. Exquisita de Excayola. Acto seguido nació su paredro: Iluso Alfares. Luego llovió bastante sobre el tema y al final el resultado es el que ya conoces.
















A cien metros de cumbrar, tras lenta agonía, la motoguci calla.


Por el repecho abajo, filtrándose en el aire de encinas y alcornoques, hasta los vacíos tenados, rodando por los sotillos de los apriscos, la voz doliente, asustada y urgente del chaval llama: ¡Necesidad!, ¡Necesidad!


De vuelta a casa, secos los mocos y las lágrimas con la alegre brisilla de la motoguci, viene orgulloso el relato: Y como no vino nadie, arrastré las seras hasta lo más alto y subí como pude la motoguci, la apoyé en el ribazo y la cargué otra vez. Luego me monté cuesta abajo y arrancó.


Vaya si vino, chaval. Vaya si vino. Siempre viene.


Postproducción.


Secciones de revelado, etalonaje, copiado, cortado, montado, sonorizado, rectificado, editado y finalmente querido lector que aún sigues después del FIN, finalmente emitido este producto que tienes en tus manos, encima de la mesa o debajo del sobaco cuando lo apagas.


Comencemos por el principio. Tiene razón J.G. cuando dice que el capítulo más importante del libro es el último. Y estoy seguro que no lo dice por ser mujer. De hecho, la primera idea sobre el libro, las primeras líneas escritas y el primer título del libro, todo al mismo tiempo, fue ella. Exquisita de Excayola. Acto seguido nació su paredro: Iluso Alfares. Luego llovió bastante sobre el tema y al final el resultado es el que ya conoces.